17 diciembre 2008

EL FOLLETIN DE LOS MIERKOLES III

REDADA IV

"Operación policial consistente en apresar de una vez a un conjunto de personas. "La Policía hizo una redada para limpiar el barrio de maleantes."
R.A.E.


¿Hasta donde llegarían? Permanecieron así, abrazados, acariciándose unos minutos. Sin dejar de besarlo, ella le desabrochó el cinturón y metió su mano, ahora, en el calzoncillo, buscando la pija del rati, para acariciarla.

Él casi copió la acción, y metió toda su mano de plano en el pantalón de ella, bajo su bombacha, recorriendo con uno de sus dedos la línea de su cola buscando calor. Ella comenzó un balanceo acompañando los movimientos. Lo soltó y, casi de manera refleja, se sacó la remera y se desbrochó el pantalón. Lo besó mordiéndole los labios. Fue él ahora quien se soltó para sacarse la camisa. Unos besos después, el arma y la ropa eran recuerdo.
Ella lo apoyó contra las rejas, y comenzó a besarle el pecho, a morderle los pezones (otro gesto que lo estremeció, pero a estas alturas, ya nada iba a hacer para detenerla) y siguió bajando. El le acarició el pelo, y llevo un dedo a su boca. Ella soltó la pija y besó cada uno de los dedos. Él fue resbalando por la reja, y se sentó sobre la camisa que estaba en el piso. Ella se sentó casi sobre él, y lo abrazó con las piernas, de modo que él fuera penetrándola despacito, despacito. Era la primera vez que una mujer le hacía eso, de buscarlo, y le gustó. Ella lo besaba y se movía de modo tal que él no sabía qué hacer más que dejarla hacer a ella. Como pudo, de a poco, y sin salirse, se paró, y la llevó hasta el catre. Tal era el estado en el que estaba que ni se acordó de la mugre que había. Cuando la espalda de ella se apoyó contra el colchón, él sintió como se estremecía, y largaba un gemido. Le tapó la boca.

- Shhhh – le susurró – tratemos de hacer la menor cantidad de ruidos posibles…

Se apartó un poco, y la dio vuelta. Mientras trataba de que ella se acostara boca abajo sobre la camisa que había levantado del suelo, con su lengua le recorrió la espalda una y otra vez. Ella se arqueó, porque la cosquillita que le provocó ya era incontenible.

- Metela, por favor, metela ya – dijo ella.

Él se acostó sobre ella, y la penetró. La cabeza morada entraba y salía, más caliente en cada embestida. Ella comenzó a tocarse y se abrió más, facilitando el paso.

continuará...

Güena salú y malos istintos.
a!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

esta muy bien contado...realmente

DrLeKter:::... dijo...

Me gustó y mucho. Sobre todo la selección de palabras y su intempestiva aparición.


Beso.-