Capitán Mayúscula:
No hace mucho tiempo, sobre esta misma mesa, frente a esta misma ventana, escribí palabras colmadas de esperanza. Era de noche, llovía y la lapicera se deslizaba sobre la hoja sin demora.
Hoy, todavía es de día y no llueve. La magia que aquella vez encontré en los destellos del asfalto húmedo, podría verla en los celestes y lilas del cielo.
Otra vez estoy sola frente a una taza de café. Todo lo que aquella vez ignoraba, ahora es certeza, certeza que aparece en el remolino de la taza: vino, chocolate, mimos, caricias y besos dan vueltas de manera tan real que, por más que cierre los ojos, por más que mire a otro lado, siguen ahí.
Aquellas palabras estaban colmadas de esperanza. Éstas, solo tienen tristeza. Usted tiene razón: no era necesario que me fuera así. Y sí, es difícil compartir cosas conmigo. Pero esa dificultad no es otra cosa que miedo. Miedo que paraliza. Miedo que encierra.
Nunca quise hacerle daño. Nunca quise molestarlo. Fue el miedo transformado en arrebato lo que hizo que reaccionara así.
El cielo ya casi está oscuro. Se prendieron las luces de la calle. Es tarde. Otra vez mi mundo de fantasías se enfrenta a la realidad. En ambos, aparece usted.
¿Qué estará haciendo ahora? ¿Habrá llegado a su casa? ¿Estará en “mi” rincón de “su” cocina? (Disculpe, pero no puedo dejar de apropiarme de los lugares que me gustan y en los que fui profundamente feliz)
Me gustaría ir hasta su casa con mis mejores galas, para que un abrazo suyo diluya esta tristeza, diluya este miedo, mientras el tiempo pasa y se evidencia en el nivel de la botella de vino que va quedando vacía. Pero eso solo es posible en mi realidad deseable.
A menos que…
No hace mucho tiempo, sobre esta misma mesa, frente a esta misma ventana, escribí palabras colmadas de esperanza. Era de noche, llovía y la lapicera se deslizaba sobre la hoja sin demora.
Hoy, todavía es de día y no llueve. La magia que aquella vez encontré en los destellos del asfalto húmedo, podría verla en los celestes y lilas del cielo.
Otra vez estoy sola frente a una taza de café. Todo lo que aquella vez ignoraba, ahora es certeza, certeza que aparece en el remolino de la taza: vino, chocolate, mimos, caricias y besos dan vueltas de manera tan real que, por más que cierre los ojos, por más que mire a otro lado, siguen ahí.
Aquellas palabras estaban colmadas de esperanza. Éstas, solo tienen tristeza. Usted tiene razón: no era necesario que me fuera así. Y sí, es difícil compartir cosas conmigo. Pero esa dificultad no es otra cosa que miedo. Miedo que paraliza. Miedo que encierra.
Nunca quise hacerle daño. Nunca quise molestarlo. Fue el miedo transformado en arrebato lo que hizo que reaccionara así.
El cielo ya casi está oscuro. Se prendieron las luces de la calle. Es tarde. Otra vez mi mundo de fantasías se enfrenta a la realidad. En ambos, aparece usted.
¿Qué estará haciendo ahora? ¿Habrá llegado a su casa? ¿Estará en “mi” rincón de “su” cocina? (Disculpe, pero no puedo dejar de apropiarme de los lugares que me gustan y en los que fui profundamente feliz)
Me gustaría ir hasta su casa con mis mejores galas, para que un abrazo suyo diluya esta tristeza, diluya este miedo, mientras el tiempo pasa y se evidencia en el nivel de la botella de vino que va quedando vacía. Pero eso solo es posible en mi realidad deseable.
A menos que…
La Chica del Ángel.











3 comentarios:
transmision de pensamiento yo tambien estaba por publicar una carta de amor, pero de amor indistinto.
esa carta es para hacer temblar als piernas del destinatario.
nos vemos en un rato
Quién será ese Capitán que inspira tantas cosas??
Intente volver al rincón de aquella cocina!
Hola, Anais!
Bella carta, prometedor final, se habrà convertido en comienzo? Gracias por tus comentarios en mi blog.
Andarè volviendo por acà, saludos
Verònica
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